Socio del Instituto Popular de Capacitación
Más en espacios
privados que públicos, se ha venido ventilando
la crisis de sostenibilidad por la cual atraviesa ya hace varios años el
sector social y de manera más específica las organizaciones no
gubernamentales. Esta crisis, que ya
está llegando a niveles irreversibles, amenaza con afectar buena parte del
tejido social que costó muchos esfuerzos construir, hace ya más de treinta años, sin que esto, por lo menos hasta ahora,
suscite la reacción ni de ciudadanos(as) ni de gobernantes.
Varios son los
componentes de esta crisis. El más visible y el más obvio, es el retiro de la
cooperación internacional de Colombia y de América Latina en general, dado que
su nivel de desarrollo parece situarse a nivel medio, no obstante que el
continente aqueja uno de los grados de inequidad más altos del mundo.
Sin duda está
también, la crisis del capitalismo que lleva cinco años sin poder salir de la
recesión y que cuando de recortes se habla, en primera línea se ponen los limitados
recursos para la cooperación. No dejan de tener RELEVANCIA los cambios en la cooperación, imponiendo criterios tecnocráticos que han hecho
inviable al movimiento social; es así
como se han convertido en una competencia al asumir la operación de los
proyectos y al decidir la opción de privilegiar su relación con los Estados y
no con la sociedad civil organizada.
Están, de igual
forma, las políticas de los gobiernos locales que no han tenido una posición
clara frente al papel de las organizaciones sociales que han querido colocar
sus saberes al servicio del desarrollo de sus programas de gobierno, imponiendo
condiciones ruinosas y absolutamente desventajosas.
Finalmente,
juegan un papel relevante las dificultades de las organizaciones sociales para
repensarse en un escenario, en extremo, cambiante y generador de múltiples
incertidumbres, cayendo en una estrategia de sobrevivencia liquidadora y
disolvente.
Un escenario
como el expuesto, en un territorio como el antioqueño
donde el tema de las violencias, la inequidad y la precariedad de su democracia
son relevantes, preocupa en extremo. La existencia de un pensamiento crítico en
el campo de los derechos humanos, la urgencia de desarrollar el Estado de
derecho ante poderes locales autoritarios y la búsqueda de alternativas a un
conflicto armado que ha mostrado sus más perversas manifestaciones de
degradación, parecen encontrase en serio peligro y su vacío debería hacer
pensar a propios y extraños.
Las
preocupaciones son muchas y no es para menos. Salta la pregunta por el lugar en
donde están colocando las organizaciones sus esfuerzos para salir del
atolladero en que se encuentran. Al respecto, son las salidas individuales las
que se destacan y muy centradas en una sobrevivencia de muy mediano plazo.
Muy poco se
reflexiona sobre un modelo de organización que a todas luces se ha agotado y
menos aún sobre las innovaciones en el que hacer que reclama un mundo global y
un territorio que han cambiado de manera importante o cuyos problemas después
de muchos años de intervención ahí están como si nada hubiera pasado.
También, son muy pocas las miradas hacia un escenario de alianzas que le den vida a nuevas organizaciones con dinámicas y contenidos más pertinentes e innovadores a las problemáticas que deban enfrentarse. Por momentos pareciera que, sin explicitarlo, se invitara a un salto al vacío, a la liquidación.
También, son muy pocas las miradas hacia un escenario de alianzas que le den vida a nuevas organizaciones con dinámicas y contenidos más pertinentes e innovadores a las problemáticas que deban enfrentarse. Por momentos pareciera que, sin explicitarlo, se invitara a un salto al vacío, a la liquidación.
No sé que tan
tarde sea, pero bien valdría la pena una
buena dosis de generosidad y la urgencia de hacer un alto para que sean las
afinidades y el compromiso ético y político con la región, con el país, con la
democracia y con la construcción de la paz, lo que precipite decisiones con
respecto a mantener un tejido social pero renovado, que no se renuncie a
desarrollar un pensamiento crítico que contribuya eficazmente a la construcción
del Estado de derecho y que no deje de desarrollar ideas para superar la
inequidad y la exclusión social. También es un llamado a los gobernantes que se
han inscrito en proyectos de gobierno alternativos Y/o democráticos, que por
acción o por omisión estarían contribuyendo
a profundizar esta crisis, para que se ocupen de esto como algo sustancial para
sus territorios que demanda soluciones a corto plazo.
José Girón
Sierra
Diciembre 2012
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