Por lo menos en occidente, la navidad está
cargada de un conjunto de simbolismos que alientan los mejores sentimientos. Se
hipertrofia la amistad, la solidaridad, el sentido de compartir y la familia, como estructura social, es en si
misma la que condensa ese conjunto de valores y de comportamientos afectuosos.
Pero en todo esto ronda de manera invisible la confianza, como el sentimiento
que nos hace sentir seguros en ese cúmulo de relaciones siempre tan complejas,
que los humanos adelantamos en espacios y temporalidades tan diversas. Por
ello, la navidad y la noche de paz suelen ser una y la misma cosa,
como la época en la cual los fantasmas de la oscuridad y los monstruos de las
tinieblas se disipan y dan paso a la confianza y a la seguridad. Ahí no hay
cabida pues al miedo ni al odio, menos a la sed de venganza.
Nos encontramos en unos diálogos que prenden
darle fin a un conflicto que por décadas ha llenado los campos de víctimas, de
huérfanos, de viudas. Que ha provocado el desarraigo de millones de personas y
que ha dejado como secuelas odio, desesperanza y sobre todo una profunda
desconfianza no sólo entre las fuerzas combatientes sino sobre todo en la
sociedad. De esta manera y en una lógica simplista debiera ocupar cierta preponderancia
la tarea de abrir un camino a la remoción
todo aquello que alimente la desconfianza. Sin duda no estamos frente a algo sencillo,
pero intentar reconocer al otro, promover el trato respetuoso, tener oídos para
una escucha de calidad que elimine toda posibilidad a un dialogo de sordos,
pudieran ser los principios elementales que deberían observarse ya que, puestos
en práctica por las fuerzas que combaten, sería un mensaje muy fuerte para una
sociedad incrédula, desconfiada y pesimista.
Más el gobierno que la guerrilla ha decidido
que este dialogo se desarrolle en medio del conflicto. Las razones parecen ser
de pura estrategia militar. El gobierno que está a la ofensiva y que cree
encontrar en la guerra, como no hace mucho lo creía la guerrilla, una gran
oportunidad para arrodillar a su enemigo histórico y reducirlo en sus
pretensiones, no está dispuesto a conceder ninguna ventaja a la manera de un
cese al fuego. ¿Cual es el problema de
una táctica como ésta? Se trata del peor escenario para construir confianzas, cada
hecho de guerra profundiza la necesidad de responder no desde la palabra sino desde el fusil.
No es posible pensar en acuerdos medianamente
sólidos si es que a ellos se llega, a punta de bofetazos. El papel que hasta
hoy cumple por ejemplo el Ministro de Defensa es elocuente al respecto. En sus
pronunciamientos no hay nada que se alinee con el escenario de diálogo, allí es
reiterativo el discurso descalificador e insultante, el discurso que llama a no
creer en lo que por otro lado el Presidente Santos hace en la Habana.
En un escenario como éste, y en la medida en
que se van cocinando los acuerdos, empiezan
a tomar partido sectores de la elite empresarial y afloran los enemigos del proceso que
incentivan la desconfianza y alientan el fracaso al ver amenazados sus
intereses. Como ejemplo de esta situación, vemos la decisión de FADEGAN, al
marginarse del Foro Agrario convocado por la mesa de negociación. Algo similar
hicieron en el proceso del Caguán cuando en uno de sus congresos, con militares
a bordo, se opusieron a cualquier acuerdo que los implicara. Por ello, no es
casual que en encuesta reciente sea llamativa la idea dominante de fracaso de los diálogos que apenas comienzan.
Ojalá y por las razones expuestas, más temprano
que tarde el cese al fuego sea un tema que pueda ser abordado y acordado y para
ello, es indispensable que definitivamente se llegue con convicción al aserto
de que por la vía de la guerra no le será posible el triunfo a ninguno de los
bandos.
En esta guerra la pose de bueno o de víctima
como a veces parece colegirse de ciertos pronunciamientos de guerrilla y
gobierno llegan al ridículo habida cuenta de las razones históricas que
condujeron a esta confrontación y las prácticas de guerra degradas comunes a
unos y a otros. Colombia necesita de una noche de paz y si bien esto entraña
una construcción social es preciso que se den pasos concretos que vayan
preparando el camino para que se CREA y para que se CONFIE. En esto juegan los
principios elementales antes aludidos.
Que los simbolismos de
la navidad promuevan entre todos(as) la posibilidad de una palabra no amenazada
como el camino para entendernos aun en la diferencia.
José Girón Sierra
Diciembre 18 de 2012
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