Como positiva calificaron algunos analistas la iniciativa del gobierno colombiano y de la guerrilla de las FARC de adelantar acercamientos de paz. Los expertos, consultados por la agencia de prensa del IPC, manifestaron que la discreción, el cese al fuego, la participación política y el acompañamiento de la sociedad, son elementos claves para avanzar en un acuerdo que permita ponerle fin a 50 años de conflicto.
Mientras para algunos hay que tener esperanza pero sin ser triunfalistas; para otros, las situaciones que propiciaron este acuerdo de diálogo tendrían la connotación particular de que ambas partes quieren terminar la guerra. El desafío es que no se repitan los fracasos del pasado.
Sin embargo también existe temor por los enemigos que podría tener el proceso de paz, ya que históricamente algunos sectores se han opuesto a la negociación con las guerrillas, por lo cual se hará necesario brindar condiciones óptimas de seguridad.
Del proceso, los analistas destacaron la manera reservada como se han manejado los acercamientos iniciales y apoyaron la estrategia de efectuar conversaciones en el exterior; como se conoció el lunes 27 de agosto, cuando el canal Telesur reveló que representantes del gobierno colombiano y de las FARC habían firmado un acuerdo de diálogo en La Habana, Cuba.
La versión del medio venezolano, indica que este proceso de paz contaría con el acompañamiento de Venezuela, Cuba y finalmente Noruega, país donde se instalarían formalmente los diálogos en el mes de octubre.
Por su parte el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, reconoció que se han desarrollado “conversaciones exploratorias” con las FARC, con el propósito de adelantar un eventual proceso de paz. El mandatario agregó que esos acercamientos se rigen bajo tres principios: aprender de los errores del pasado, desarrollar un proceso que debe llevar al fin del conflicto y mantener las operaciones militares en todo el país.
Para abordar estos acercamientos de diálogo desde diferentes
posiciones, la agencia de prensa del Instituto Popular de Capacitación consultó
al analista en temas de paz, Morris Hackerman; al gobernador de Antioquia, Sergio
Fajardo Valderrama; al director de la Corporación
Nuevo Arcoiris, León Valencia; y al experto en temas de paz y conflicto, del Instituto Popular
de Capacitación, José Girón.
Me
parece buena cosa que el país busque soluciones diferentes a la acción militar únicamente
y me parece que se debe producir un cese al fuego, lo más rápido posible, para
aclimatar las condiciones de seguridad que el proceso requiere, porque de resto
es muy riesgoso adelantar una negociación. Y pienso que se puede transitar
hacia la reinserción social de forma rápida, si realmente el proceso de paz
abarca a otros actores más adelante y no sólo a las FARC.
¿Qué piensa acerca de la
reserva con la cual se han manejado estos diálogos?
Me
parece absolutamente necesario. Me parece que generar las condiciones de
confianza exige prudencia y confidencialidad; y el hecho de que se desarrollen
en un país fuera de Colombia, como puede ser Noruega, es absolutamente útil
porque Noruega es un país de alta experiencia en procesos de paz.
¿Qué condiciones se
necesitan para lograr el éxito de esos diálogos? Es decir, que se llegue a un
acuerdo de paz y no haya decepciones como en ocasiones anteriores
Primero
atenderlos con realismo, la guerrilla no puede pedir que se haga la revolución
por decreto desde el Estado, la guerrilla tiene que reconocer que no salió
victoriosa de esta confrontación y tiene que reconocer que la sociedad opta, en
su mayoría, por las condiciones estatales que hay actualmente.
Y
segundo que el establecimiento sea realista y no piense que un proceso de paz
es gratis sino que tiene que sacrificar niveles de concentración de la riqueza
y tiene que haber una mayor redistribución del ingreso para acabar con las
condiciones que han producido este conflicto.
Además de estos asuntos
de equidad y redistribución de riqueza ¿Qué otros temas serán claves en estas
negociaciones?
El
tema de la tierra, el tema de la verdad y la reparación, el tema jurídico
propio del tránsito hacia la paz, el tema también de que la sociedad tiene que
saber perdonar y avanzar, en el tiempo, en un proceso de participación social y
política y de amplitud de la democracia en Colombia.
En
primera instancia a mi me parece muy bien, yo siento y creo que es una
obligación de todo presidente buscar la paz; ese capítulo que queremos escribir
todos los que estamos en Colombia y en particular los que estamos en la vida
pública. Yo hago parte de una generación que toda la vida creció en el marco de
una violencia en el país.
Ahora,
¿Qué camino recorrer? y ¿Cómo hacerlo? Ese es otro tema, más allá de la
intención de tener la paz en Colombia por medio de una negociación. Ahí son
muchas las lecciones que tenemos que aprender y por el momento como se ha
dicho: el presidente es el que tiene las llaves en el bolsillo.
Yo
particularmente estoy atento a ver cómo saca esas llaves para ver de qué forma
nosotros, desde Antioquia, contribuimos a la paz de Colombia. Antioquia la
necesita, nosotros hemos sufrido la violencia en todas sus formas y
manifestaciones posibles, por eso estoy seguro de que nos traería mucho
bienestar en el departamento antioqueño.
En ocasiones anteriores usted
ha planteado que las regiones deberían
jugar un papel fundamental en los procesos de paz ¿Por qué es tan importante
incluirlas?
Lo
que yo he dicho es que si las regiones no participan en el tema de la paz, si
no hay un conocimiento directo del territorio, de lo que ha ocurrido y de lo
que nosotros hemos vivido, se comete un error muy grande. Las guerrillas no
están en Bogotá, para utilizar una expresión sencilla, están fundamentalmente
en el campo de Colombia y es crucial entender el territorio para que tengamos,
espero yo, un proceso que conduzca a lo que tiene que ser, que es la paz.
¿Qué otras condiciones
se necesitan para lograr un acuerdo de paz?
Yo
creo que hay una muy importante y es: las FARC tienen que tener la decisión de
dejar las armas. No se puede llegar a conversar para ver si sí o si no. Si
tienen la decisión de dejar las armas, que es la más difícil y la más poderosa
de todas, pues se encuentra el camino.
Pero lo que ha pasado las otras veces es:
vamos a ver, hablemos a ver cómo nos va. Eso no puede ser, tiene que haber una
decisión de dejar las armas, si no hay esa decisión se convierte esto en un
forcejeo político, se dilata, se convierte en un mecanismo para sacar ventajas.
Ese capítulo ya lo vimos en Colombia y no podemos volver a repetirlo.
El
tema de los acuerdos de diálogo cambia la agenda del país y genera una
esperanza importante para Colombia. Yo creo que el gobierno del presidente
Santos va a estar marcado por eso durante estos dos años.
Pienso
además que el Gobierno y las FARC tienen como una idea muy parecida frente a
que este acuerdo, o este acercamiento, es para terminar la guerra; porque se le
oyó a Fabián Ramírez eso y ahora se le oye a Santos. Entonces sería una
negociación para terminar la guerra y no para hacer acuerdos parciales.
Eso
si es novedad en Colombia porque aquí se han sentado a la mesa sin interés, en
un final abierto. En cambio ahora es una novedad que coincidan en que cuando se
sienten a la mesa es para terminar la guerra, lo que llaman un final cerrado.
Usted dice que en estos
dos años que le restan, el presidente Santos seguirá en pro de buscar una
salida dialogada al conflicto ¿El primer mandatario ya venía preparando el
terreno con temas como el marco jurídico para paz, por ejemplo?
Eso
ha sido muy calculado. Esta negociación a diferencia de la de San Vicente del
Cagúan y de la de Santa Fe de Ralito –la primera con las FARC, durante la
presidencia de Andrés Pastrana, y la segunda con los paramilitares, durante el
gobierno de Álvaro Uribe- es una negociación muy preparada, muy calculada. Se
ha preparado desde el primer momento, buscando acercamientos, armando un equipo
de asesoría que oriente al presidente en ese tema. Eso ha sido en secreto pero
muy preparado.
¿Es bueno que se hayan
manejado estos acercamientos de paz con tanta reserva?
Es
que es muy necesario porque los procesos exitosos en el mundo han tenido un
tiempo de diplomacia secreta y acá en Colombia hay muchos enemigos de ese tema.
Entonces hacer las cosas en secreto hacía que se protegiera un poco lo que se
estaba hablando.
Ahora qué se hizo
público ese acuerdo de diálogo entre el gobierno y las FARC, ¿es posible que
esos enemigos del proceso traten de interferir?
El
Cagúan tuvo un enemigo militar que fueron los paramilitares. Ahora los
paramilitares desaparecieron como estructuras nacionales, esperemos que no
surja un enemigo militar muy fuerte. Se está intentando que sean las propias
fuerzas militares las que se levanten contra ese proceso de negociación. Eso es
lo que está intentando el ex presidente Uribe. Si lo logra pues acaba con ese
proceso.
¿Cuáles son las condiciones
necesarias para hacer que este proceso de paz funcione?
Hay
que derrotar políticamente a Uribe, esa es la primera condición. Las FARC deben
dejar las armas, eso es lo que pide la sociedad. Y el Gobierno tiene que
incluirlos políticamente; lo primero es que tiene que proteger la marcha
patriótica y darles espacio para que hagan política, para que participen en las
elecciones de 2014. En cuanto a las víctimas hay que avanzar en el proceso de
reparación y restitución, además ir más lejos en procesos de reforma.
Indudablemente
una de las cosas más importantes de la intervención del presidente, el 27 de
agosto, fue que realmente volvió a colocar la paz como tema público. Tema que
definitivamente había sido eliminado, casi que estigmatizado, durante los ocho
años de gobierno del ex presidente Uribe.
Entonces
volver a colocar la paz como tema público es un hecho indudablemente muy
positivo, porque vuelve a situar el tema en la sociedad y vuelve a poner algún
debate sobre una negociación política, sobre cuáles son los actores que
realmente van a hacer eso y sobre qué tipo de transformaciones podrían ocurrir
en la sociedad eventualmente.
Sin
embargo pienso que es necesario ponderar un poco los alcances de una propuesta
de esta naturaleza. En primer lugar hay que guardar las reservas necesarias y
guardarse de un entusiasmo, yo diría, prematuro. Esto por varias razones: primero,
por la experiencia que ha tenido el país en procesos de negociación fallidos y,
segundo, porque me parece un poquito exagerado calificar una posible
negociación con las guerrillas como si fuera la ruta hacia la paz.
Esto
último sobre todo por los cambios que ha tenido el conflicto. Es que
ciertamente una negociación con las guerrillas se traduciría en resolver el
problema con uno de los actores de violencia más importantes que tiene el país,
pero eso no es la paz. Porque hay un conjunto de factores que si no se tocan harán
que el país viva unas condiciones de violencia relativamente importantes. Quiero
señalar en específico todos los factores de violencia que circundan el
narcotráfico. Y hablo en particular de las BACRIM o del paramilitarismo que
sigue muy activo y sigue creciendo.
¿En este proceso que
condiciones deben existir para que eventualmente haya paz?
Yo
creo que en primer lugar es necesario que este proceso viva una etapa de
absoluta reserva, donde se lleven a cabo los contactos y los acuerdos básicos
sobre el proceso de negociación. Pero me parece que esta negociación sino se
hace de cara a la sociedad y no incluye a importantes sectores sociales, para
que participen de manera activa, podría conducir a tener un proceso en el que
estaría faltando un componente sustancial.
La
sociedad debe participar en la construcción de esa negociación, por lo menos en
los acuerdos que van a implicar los aspectos básicos. Ese tercer actor, como se
ha llamado en algunas circunstancias, no debe olvidarse y creo que es una
preocupación porque yo lo que veo en el Gobierno y, de alguna manera, en la
misma guerrilla, es que esto sea un acuerdo entre guerreros y no un acuerdo
entre la sociedad, el Estado y los actores armados.
¿Cuáles cree que son
esos aspectos fundamentales que serían negociados y que influirían en la
transformación social?
Uno
de los aspectos es que es necesaria una profunda reforma política, en primer
lugar, que desarrolle todos los componentes participativos de la Constitución
de 1991, me parece que hay un componente sustancial que es el tema de la
tierra. Un acuerdo de paz con la guerrilla debe potenciar, profundizar, darle
mucha más sustancia a la Ley de Tierras y la Ley de Víctimas y eso es un gran
aporte que se haría en el campo de la construcción de la paz y la
reconciliación.
Además
yo creo que hay un conjunto de políticas públicas que tienen que ver
directamente con la inclusión, bien se sabe que Colombia es uno de los países
más inequitativos del mundo, y yo creo que deben crearse las condiciones. No es
que la negociación por sí misma produzca la inclusión, pero si deben crearse
las condiciones para que la riqueza llegue a más personas y se resuelvan muchos
problemas de inequidad en el país.
¿Cómo garantizar que no
ocurran casos como el de la Unión Patriótica?
Precisamente
ahí está el problema, yo creo que una negociación con las guerrillas se
mantiene en la lógica de las negociaciones parciales. En ese sentido, es un
problema para consolidar un proceso de paz. Mientras existan actores ilegales,
particularmente el paramilitarismo que ahora está creciendo desaforadamente con
el tema minero, va a haber posibilidades de que cualquier tentativa de
democratizar la sociedad, de resolver problemas como la tierra y la inequidad,
encuentre en la vía de la eliminación una manera de frenar esos procesos
sociales.
Entonces
eso es una amenaza que hay en el país y yo creo que el debate que han
introducido distintos ex presidentes, teóricos y analistas, de que es necesario
replantear el tema de las drogas, es otro elemento de fondo que tiene la
consecución de la paz en Colombia.
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