viernes, 26 de octubre de 2012

Acuerdo de diálogo revive esperanza de paz

Como positiva calificaron algunos analistas la iniciativa del gobierno colombiano y de la guerrilla de las FARC de adelantar acercamientos de paz. Los expertos, consultados por la agencia de prensa del IPC, manifestaron que la discreción, el cese al fuego, la participación política y el acompañamiento de la sociedad, son elementos claves para avanzar en un acuerdo que permita ponerle fin a 50 años de conflicto.

Mientras para algunos hay que tener esperanza pero sin ser triunfalistas; para otros, las situaciones que propiciaron este acuerdo de diálogo tendrían la connotación particular de que ambas partes quieren terminar la guerra. El desafío es que no se repitan los fracasos del pasado.

Sin embargo también existe temor por los enemigos que podría tener el proceso de paz, ya que históricamente algunos sectores se han opuesto a la negociación con las guerrillas, por lo cual se hará necesario brindar condiciones óptimas de seguridad.

Del proceso, los analistas destacaron la manera reservada como se han manejado los acercamientos iniciales y apoyaron la estrategia de efectuar conversaciones en el exterior; como se conoció el lunes 27 de agosto, cuando el canal Telesur reveló que representantes del gobierno colombiano y de las FARC habían firmado un acuerdo de diálogo en La Habana, Cuba.

La versión del medio venezolano, indica que este proceso de paz contaría con el acompañamiento de Venezuela, Cuba y finalmente Noruega, país donde se instalarían formalmente los diálogos en el mes de octubre.

Por su parte el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, reconoció que se han desarrollado “conversaciones exploratorias” con las FARC, con el propósito de adelantar un eventual proceso de paz. El mandatario agregó que esos acercamientos se rigen bajo tres principios: aprender de los errores del pasado, desarrollar un proceso que debe llevar al fin del conflicto y mantener las operaciones militares en todo el país.

Para abordar estos acercamientos de diálogo desde diferentes posiciones, la agencia de prensa del Instituto Popular de Capacitación consultó al analista en temas de paz, Morris Hackerman; al gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo Valderrama; al director de la Corporación Nuevo Arcoiris, León Valencia; y al experto en temas de paz y conflicto, del Instituto Popular de Capacitación, José Girón.


Me parece buena cosa que el país busque soluciones diferentes a la acción militar únicamente y me parece que se debe producir un cese al fuego, lo más rápido posible, para aclimatar las condiciones de seguridad que el proceso requiere, porque de resto es muy riesgoso adelantar una negociación. Y pienso que se puede transitar hacia la reinserción social de forma rápida, si realmente el proceso de paz abarca a otros actores más adelante y no sólo a las FARC.

¿Qué piensa acerca de la reserva con la cual se han manejado estos diálogos?

Me parece absolutamente necesario. Me parece que generar las condiciones de confianza exige prudencia y confidencialidad; y el hecho de que se desarrollen en un país fuera de Colombia, como puede ser Noruega, es absolutamente útil porque Noruega es un país de alta experiencia en procesos de paz.

¿Qué condiciones se necesitan para lograr el éxito de esos diálogos? Es decir, que se llegue a un acuerdo de paz y no haya decepciones como en ocasiones anteriores

Primero atenderlos con realismo, la guerrilla no puede pedir que se haga la revolución por decreto desde el Estado, la guerrilla tiene que reconocer que no salió victoriosa de esta confrontación y tiene que reconocer que la sociedad opta, en su mayoría, por las condiciones estatales que hay actualmente.

Y segundo que el establecimiento sea realista y no piense que un proceso de paz es gratis sino que tiene que sacrificar niveles de concentración de la riqueza y tiene que haber una mayor redistribución del ingreso para acabar con las condiciones que han producido este conflicto.

Además de estos asuntos de equidad y redistribución de riqueza ¿Qué otros temas serán claves en estas negociaciones?

El tema de la tierra, el tema de la verdad y la reparación, el tema jurídico propio del tránsito hacia la paz, el tema también de que la sociedad tiene que saber perdonar y avanzar, en el tiempo, en un proceso de participación social y política y de amplitud de la democracia en Colombia.


En primera instancia a mi me parece muy bien, yo siento y creo que es una obligación de todo presidente buscar la paz; ese capítulo que queremos escribir todos los que estamos en Colombia y en particular los que estamos en la vida pública. Yo hago parte de una generación que toda la vida creció en el marco de una violencia en el país.

Ahora, ¿Qué camino recorrer? y ¿Cómo hacerlo? Ese es otro tema, más allá de la intención de tener la paz en Colombia por medio de una negociación. Ahí son muchas las lecciones que tenemos que aprender y por el momento como se ha dicho: el presidente es el que tiene las llaves en el bolsillo.

Yo particularmente estoy atento a ver cómo saca esas llaves para ver de qué forma nosotros, desde Antioquia, contribuimos a la paz de Colombia. Antioquia la necesita, nosotros hemos sufrido la violencia en todas sus formas y manifestaciones posibles, por eso estoy seguro de que nos traería mucho bienestar en el departamento antioqueño.

En ocasiones anteriores usted ha planteado  que las regiones deberían jugar un papel fundamental en los procesos de paz ¿Por qué es tan importante incluirlas?

Lo que yo he dicho es que si las regiones no participan en el tema de la paz, si no hay un conocimiento directo del territorio, de lo que ha ocurrido y de lo que nosotros hemos vivido, se comete un error muy grande. Las guerrillas no están en Bogotá, para utilizar una expresión sencilla, están fundamentalmente en el campo de Colombia y es crucial entender el territorio para que tengamos, espero yo, un proceso que conduzca a lo que tiene que ser, que es la paz.

¿Qué otras condiciones se necesitan para lograr un acuerdo de paz?

Yo creo que hay una muy importante y es: las FARC tienen que tener la decisión de dejar las armas. No se puede llegar a conversar para ver si sí o si no. Si tienen la decisión de dejar las armas, que es la más difícil y la más poderosa de todas, pues se encuentra el camino. 

Pero lo que ha pasado las otras veces es: vamos a ver, hablemos a ver cómo nos va. Eso no puede ser, tiene que haber una decisión de dejar las armas, si no hay esa decisión se convierte esto en un forcejeo político, se dilata, se convierte en un mecanismo para sacar ventajas. Ese capítulo ya lo vimos en Colombia y no podemos volver a repetirlo.


El tema de los acuerdos de diálogo cambia la agenda del país y genera una esperanza importante para Colombia. Yo creo que el gobierno del presidente Santos va a estar marcado por eso durante estos dos años.

Pienso además que el Gobierno y las FARC tienen como una idea muy parecida frente a que este acuerdo, o este acercamiento, es para terminar la guerra; porque se le oyó a Fabián Ramírez eso y ahora se le oye a Santos. Entonces sería una negociación para terminar la guerra y no para hacer acuerdos parciales.

Eso si es novedad en Colombia porque aquí se han sentado a la mesa sin interés, en un final abierto. En cambio ahora es una novedad que coincidan en que cuando se sienten a la mesa es para terminar la guerra, lo que llaman un final cerrado.

Usted dice que en estos dos años que le restan, el presidente Santos seguirá en pro de buscar una salida dialogada al conflicto ¿El primer mandatario ya venía preparando el terreno con temas como el marco jurídico para paz, por ejemplo?

Eso ha sido muy calculado. Esta negociación a diferencia de la de San Vicente del Cagúan y de la de Santa Fe de Ralito –la primera con las FARC, durante la presidencia de Andrés Pastrana, y la segunda con los paramilitares, durante el gobierno de Álvaro Uribe- es una negociación muy preparada, muy calculada. Se ha preparado desde el primer momento, buscando acercamientos, armando un equipo de asesoría que oriente al presidente en ese tema. Eso ha sido en secreto pero muy preparado.

¿Es bueno que se hayan manejado estos acercamientos de paz con tanta reserva?

Es que es muy necesario porque los procesos exitosos en el mundo han tenido un tiempo de diplomacia secreta y acá en Colombia hay muchos enemigos de ese tema. Entonces hacer las cosas en secreto hacía que se protegiera un poco lo que se estaba hablando.

Ahora qué se hizo público ese acuerdo de diálogo entre el gobierno y las FARC, ¿es posible que esos enemigos del proceso traten de interferir?

El Cagúan tuvo un enemigo militar que fueron los paramilitares. Ahora los paramilitares desaparecieron como estructuras nacionales, esperemos que no surja un enemigo militar muy fuerte. Se está intentando que sean las propias fuerzas militares las que se levanten contra ese proceso de negociación. Eso es lo que está intentando el ex presidente Uribe. Si lo logra pues acaba con ese proceso.

¿Cuáles son las condiciones necesarias para hacer que este proceso de paz funcione?

Hay que derrotar políticamente a Uribe, esa es la primera condición. Las FARC deben dejar las armas, eso es lo que pide la sociedad. Y el Gobierno tiene que incluirlos políticamente; lo primero es que tiene que proteger la marcha patriótica y darles espacio para que hagan política, para que participen en las elecciones de 2014. En cuanto a las víctimas hay que avanzar en el proceso de reparación y restitución, además ir más lejos en procesos de reforma.



Indudablemente una de las cosas más importantes de la intervención del presidente, el 27 de agosto, fue que realmente volvió a colocar la paz como tema público. Tema que definitivamente había sido eliminado, casi que estigmatizado, durante los ocho años de gobierno del ex presidente Uribe.
Entonces volver a colocar la paz como tema público es un hecho indudablemente muy positivo, porque vuelve a situar el tema en la sociedad y vuelve a poner algún debate sobre una negociación política, sobre cuáles son los actores que realmente van a hacer eso y sobre qué tipo de transformaciones podrían ocurrir en la sociedad eventualmente.

Sin embargo pienso que es necesario ponderar un poco los alcances de una propuesta de esta naturaleza. En primer lugar hay que guardar las reservas necesarias y guardarse de un entusiasmo, yo diría, prematuro. Esto por varias razones: primero, por la experiencia que ha tenido el país en procesos de negociación fallidos y, segundo, porque me parece un poquito exagerado calificar una posible negociación con las guerrillas como si fuera la ruta hacia la paz.

Esto último sobre todo por los cambios que ha tenido el conflicto. Es que ciertamente una negociación con las guerrillas se traduciría en resolver el problema con uno de los actores de violencia más importantes que tiene el país, pero eso no es la paz. Porque hay un conjunto de factores que si no se tocan harán que el país viva unas condiciones de violencia relativamente importantes. Quiero señalar en específico todos los factores de violencia que circundan el narcotráfico. Y hablo en particular de las BACRIM o del paramilitarismo que sigue muy activo y sigue creciendo.

¿En este proceso que condiciones deben existir para que eventualmente haya paz?

Yo creo que en primer lugar es necesario que este proceso viva una etapa de absoluta reserva, donde se lleven a cabo los contactos y los acuerdos básicos sobre el proceso de negociación. Pero me parece que esta negociación sino se hace de cara a la sociedad y no incluye a importantes sectores sociales, para que participen de manera activa, podría conducir a tener un proceso en el que estaría faltando un componente sustancial.

La sociedad debe participar en la construcción de esa negociación, por lo menos en los acuerdos que van a implicar los aspectos básicos. Ese tercer actor, como se ha llamado en algunas circunstancias, no debe olvidarse y creo que es una preocupación porque yo lo que veo en el Gobierno y, de alguna manera, en la misma guerrilla, es que esto sea un acuerdo entre guerreros y no un acuerdo entre la sociedad, el Estado y los actores armados.

¿Cuáles cree que son esos aspectos fundamentales que serían negociados y que influirían en la transformación social?

Uno de los aspectos es que es necesaria una profunda reforma política, en primer lugar, que desarrolle todos los componentes participativos de la Constitución de 1991, me parece que hay un componente sustancial que es el tema de la tierra. Un acuerdo de paz con la guerrilla debe potenciar, profundizar, darle mucha más sustancia a la Ley de Tierras y la Ley de Víctimas y eso es un gran aporte que se haría en el campo de la construcción de la paz y la reconciliación.

Además yo creo que hay un conjunto de políticas públicas que tienen que ver directamente con la inclusión, bien se sabe que Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo, y yo creo que deben crearse las condiciones. No es que la negociación por sí misma produzca la inclusión, pero si deben crearse las condiciones para que la riqueza llegue a más personas y se resuelvan muchos problemas de inequidad en el país.

¿Cómo garantizar que no ocurran casos como el de la Unión Patriótica?

Precisamente ahí está el problema, yo creo que una negociación con las guerrillas se mantiene en la lógica de las negociaciones parciales. En ese sentido, es un problema para consolidar un proceso de paz. Mientras existan actores ilegales, particularmente el paramilitarismo que ahora está creciendo desaforadamente con el tema minero, va a haber posibilidades de que cualquier tentativa de democratizar la sociedad, de resolver problemas como la tierra y la inequidad, encuentre en la vía de la eliminación una manera de frenar esos procesos sociales.

Entonces eso es una amenaza que hay en el país y yo creo que el debate que han introducido distintos ex presidentes, teóricos y analistas, de que es necesario replantear el tema de las drogas, es otro elemento de fondo que tiene la consecución de la paz en Colombia.

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