Por: Diana
Marcela Barajas, directora del Observatorio de Derechos Humanos del
IPC
Hace
un par de semanas la Comuna 13 y una minúscula, pero importante fracción de la ciudadanía, se unieron para recordar los horrores de la guerra y los días
de Orión que aún no terminan. Querían
exigir verdad, el cese de la violencia, el fin de las desapariciones, el fin de
la muerte…
Sin
embargo, la estirpe de Ares siguió extendiendo su mano destructiva. Más muerte,
más ataques, más violencia, menos libertad y menos tranquilidad se respiran por
las calles de la Comuna 13. Ese es el aire que inhalan no solo los guerreros,
sino también jóvenes y mujeres
obstinados con la vida y con la justicia, jóvenes y mujeres condenados a vivir
bajo amenaza todo el tiempo en el mejor de los casos, porque al fin de cuentas
siguen vivos.
En
estas dos últimas semanas, han sido principalmente los jóvenes los blancos de
la barbarie de Ares. Con un linaje que se enmascara entre la legalidad y la
ilegalidad, el dios de guerra se arroja contra esos jóvenes que se pasean por la calles de la Comuna 13
empuñando la mano de su novia, un cuaderno, una bicicleta o su arte. Ese dios
de la guerra no distingue los guerreros, va por los que le apuestan a la paz.
Esta
madrugada, DUKE, uno de esos obstinados que desde el arte hip hop le apostó a
la paz, fue asesinado. ¡Otro más! Exclamarán algunos de los que no saben nada
sobre Orión o sobre Ares y su descendencia siniestra. Entretanto, sus cómplices
culturales y sociales, su familia y sus amigos experimentan una pérdida
irreparable, como también esta ciudad, así no lo sepa.
Otros,
seguirán exclamando ¡Basta ya! A ese grito, se debería unir el conjunto de la
sociedad. Pues en una ciudad y un país como estos, la ficción de la inclusión
ha hecho perder solidaridades y fraternidades a las cuales es necesario volver,
porque no existen diferencias entre lo que ocurre en la Comuna 13 y lo que
puede ocurrir mañana en cualquier otra comuna de Medellín. Ares está ahí, bajo
la tierra y el asfalto o detrás de un escritorio o de un uniforme, levanta
fuego en cualquier momento.
A
esas personas de la Comuna 13 de Medellín obstinadas con la vida, a pesar de
los golpes, hay que procurar morir último. Como dice el cuento de Germán
Santamaría, “No es miedo a la muerte,
solo es querer que estén más a la hora del triunfo”. Porque algún día
tendrá que triunfar la verdad y la justicia y ahí estarán todos ustedes
invictos.
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